Obras de Santiago Repetto presentadas al concurso de pintura del Banco Central Nación
Carta al superministro Massa
Señor superministro de economía:
Es curiosos que el aliento máximo, la utopía que logra señalar,
es tan coartada, impotente ante un sueño mayor. Dice usted cómo el escenario de
la crisis a nivel mundial nos da la oportunidad de sobrellevar y salir de la crisis
nacional, de cómo es un gran momento para la Argentina posicionarse en un mundo
donde el valor está regido por los minerales, el litio, los dólares. pero, mi
querido ministro, no dijo por ejemplo lo que un gran mexicano dijo “el litio de
México se queda en México, es para los mexicanos”. A fin de cuentas esa es la
tristeza impotente de su fantasía, dice sí, de un futuro mejor pero, no piensa
una Argentina para argentinos. Piensa, como debe hacerlo, del dólar, la deuda,
los contratos, las presiones de los actores financieros internos y externos del
país, pero no piensa en cómo el peso que es a fin de cuenta lo que corre
peligro, y decir el peso es decir la Argentina y cada uno de nosotros, puede
ganar valor, sino, casi exclusivamente, de cómo por los vaivenes del mercado no
devaluarlo abruptamente condenando lo que reste. Ahora bien, y aquí cobra mayor
importancia el señalamiento hacia la desviación de su sueño, también es una
condena al país que no se piense más y mejor, una verdadera utopía, un sueño
mas grande. Como puede ser la solución del problema el solo incremento de las
reservas de dólares del banco, eso es verdaderamente distópico, porque desde ese
objetivo político-económico se sigue planteando un valor del dólar por encima
de el del peso, y que digo por encima, mejor dicho por el costado, como si el
peso en todo esto jugara otra categoría del deporte económico, y esté condenado
por sus propios fundadores a ser la moneda indeseada, la inútil, la grande
pequeña porque hay billetes de miles pero eso…
Entonces, querido ministro, sacando la importancia, incluso en pensamiento, del peso lo perjudicado es el argentino porque, qué es lo que le da valor a la moneda, desde un punto de vista económico, pues el interés que haya sobre transacciones ocurridas en las mismas. Quiero decir, cuando Juancito el peletero, que hace unos cueros buenísimos, recibe a John Carter en su taller, John le dice” cuanto esta ese”, a lo que juan responde “un millón de pesos”, entonces John Carter ofrece pagar en dólares el valor equivalente. Ahora, en principio esa situación es algo común producto de un libre mercado, en parte digamos, la función del dinero es esa, poder intercambiar distintas cosas por dinero, y también por distintos dineros. Ahora, aquí lo utópico mayor, cuál sería el caso en el que venga John Carter y diga “gustosamente Juan, aquí tiene su millón de pesos”. Aquí cesa mi intento de poner en dicho terminología económica, porque no podría describir por medios económicos la consecución de ese escenario, pero en materia de pensamiento, esa es una duda que vale la pena resolver ministro, como hacemos para que la argentina sea en pesos, vender en pesos y no en dólares, y que cuando nos compren no sea ese peso dolarizado, sino un peso real, un peso argentino.
Atentamente, Santiago Repetto.Historia utópica
Una Argentina con valor.
Era lunes 28 de septiembre de 2022. Sergio Massa mantuvo su
cargo de superministro, y para esa época ya todo dependía de su ministerio, la gobernación
del país había girado trescientos sesenta grados y caído sobre la misma buenos
aires pero en un edificio distinto. La presidencia se convirtió en una mención
honorifica y poco más, todo lo que importaba y dejaba de importar entraba y salía
por las puerta del quinto piso, ese bondadoso e infame piso del ministerio de
la nación donde Massa tenía su trono. Alberto, el pobre Alberto fue un Hermógenes
de su tiempo y termino pobre y desorientado por la época. Todo se puso tan
candente por la presión de las entidades financieras y el empuje hasta el
default del país, lo peor que le puede pasar a la economía de un país. No es el
fondo pero es una profundidad extrema, es un abismo. Y ocurrió lo ocurre en
esas situaciones, desolación social, gente perdiendo la totalidad de sus
ingresos, desocupación, podemos decir que los países se convierten en corrales
de estiércol, y la gente en alegres pero iracundo puerquitos yendo de acá para allá.
Lo siguiente fue el levantamiento, la protesta violenta hasta llegar a la violencia
total. Insurrecciones por todos lados, guerrilla. Los mas conservadores por
entonces decían: “así empiezan las dictaduras…”, y la gente mientras silenciosamente
asesinando por las avenidas que recorren la Argentina de punta a punta. Callao era
intransitable, estaba toda minada y los francotiradores de los techos no esperaban
confirmación para disparar. La capital murió. La boca se hizo toda blanca y
negra, y el rio de la plata empezó a migrar. Todos empezaron a moverse hacia el
sur, donde había mucho espacio por ser habitado y un poco mas de tranquilidad. Había
una esperanza que entre las estepas y las montañas haya frio y paz, frio calma,
frio y trabajo, frio y oportunidades, frio y campos para cultivar, frio y mucho
ganado, sobre todo mucho frio. Los mas locos de todos eran los que disparaban,
los segundos mas locos todos los que se fueron, y el resto era gente, alguno mas
locos otros menos pero gente al fin, ni asesinos ni exiliados por motu proprio.
Y todas esas gentes que buscaron la esperanza del sur fueron recibidos bien por
las tormentas y los riscos pero cuando empezaron a entrar los cañones, las
bombas, las metrallas, el sur mismo se levanto erigiendo una nueva cordillera. Los
antiguos caciques, las antiguas sombras se levantaron de entre la tierra y los árboles,
los cóndores descendieron de las alturas, y los leones de las montañas. La gente,
que ya era del sur, también se levantó y todos pronunciaron el mismo canto a la
guerra que se quería entrometer: Esta vez soy el indio que no hará la guerra. Esta
vez soy el indio que no someterán. Esta vez soy el indio que habla las
palabras. Esta vez soy el indio que se libera en versos. No véis que ya no
quedan puñales en mis ojos, ni lanzas a caballo corriendo hacia la muerte. No
véis que Cristo ha caído en los Andes, que ya no quedan, en mis ojos,
plegarias. Esta vez soy el indio que viene del futuro. No tengo tesoros que
guardar, ni templos, ni mujeres enamoradas, ni tierras fértiles. No haré la
guerra ni el amor, ni escaparé, cobarde. Provengo de sumergidas Atlántidas del
verbo. Soy el indio poeta, esa civilización imposible.
Poema: mi corazón late en este papel
Soy yo corazón el que nunca cumple, un indecente por deporte
Que golpea a todo de
igual manera. Así las puertas, como los
Mares, mi cuerpo es la erosión de esa roca. Desbordante
Como los antiguos dragones y feroz como los ojos del león
Que guarda esa gran montaña de dinero. Soy vanidad, todo es vanidad
En la vida de esos hombres vestidos de benjamines, de
abranes, de jorges.
el vanidoso resplandor de las superficies cromadas de las capitales
metálicas
es como decir: ¡mira! Pero que bella masacre.
No lo sé, no lo se. Porque no hay otro lugar que el papel
para un latido.
No pertenecen al pecho de ningún hombre, no son rivales de
las colinas decapitadas
Poema: Cómo será el canto
Como el mismo rayo pasamos de la edad de hierro a la edad de
los misiles, como el rayo.
Se volvió la destreza de la espada, y todas las diestras
manos que requería su confección y su empuñadura, un solo botón, una sola
cúpula de hierro también como las espadas, pero toda de aire y nada, y
destrucción. Jericó se volvió su propio enemigo convertida en misil, que como hecatónquiros
surgen de las profundas cuevas de judea. Las aves ruc que ahora también son de
hierro y misiles llevan las restantes bombas “de gravedad”, porque así es, esas
bombas que los poderosos ruc llevan entre sus garras son más graves que todas
las demás mi querida Judea, Jerusalén, Palestina ¡Oh, Palestina! Esas bombas al
caer peinaran la tierra como la madre más despiada, y Salomón que una vez llamó
Israel el reino único, al escuchar el tremor y ser cegado por el ardiente
resplandor, derramará lagrimas como un loco porque todo ya no será vanidad. Y
estará furioso, enralecido con los hijos más jóvenes de las doce tribus. Tendrá
furia e impiedad antes esos horribles hijos, hijos tan deformes para ultrajar
el profundo vientre de la madre Gea, esos horribles hijos que no son más que
fierecillas con sus dedos llenos de botones, mirando inquietos a todos lados,
ansiosos únicamente de disparar, aquellos que nada niegan ni nada afirman, ya
ni el pan los sacia, ni el sexo los apacigua, y ante toda esa cruel certeza, la
pregunta. Cómo será el canto cuando no quede nadie para cantar.