Tareas del 14 de Julio
Me he abandonado
Como un cristal que cayó sobre la bruma espesa de tu mirada
No encontró a su
suerte la firmeza del suelo
Si no, un vapor distante
Y así se rompió en mil pedazos que volaron por todo el
ambiente
Se rompió en partículas tan pequeñas,
Que no fue posible encontrar dónde estaban
Y flotaban lentamente en un espacio sin gravedad
Mis pies ya no estaban en la tierra, flotaban y se movían
como aquel cristal enardecido
y tal fuel pánico de flotar sin control que la desesperación
ya no sirvió
Contradictoria y paradójica la caída
Tratando de sacar los vestigios y residuos que me
enceguecían
Borré lo aprehendido
Me deje flotar
La paz me iluminó
Y me rompí en mil pedazos que se movieron contantemente
Infinitamente, como si ya no sirviera quedarse quieto.
Historia: Esta es mi casa
Un intruso se acercaba mientras dormía. Escuché un ruido
fuerte, y sentí crepitar la madera de la puerta. Alguien había entrado. En
medio de la confusión pasaron miles de alternativas. Pensé en hacerme el
dormido, o aún mejor, esconderme dentro del armario sin emitir sonido. Pero no,
esa era una salida fácil, eso era algo
que solo los cobardes hacían y yo, yo no soy cobarde.
Miré dentro de mi habitación oscura, donde solo entraba
tímidamente a un halo de la luz de la luna, si encontraba algún objeto
contundente. Más la desesperación me tomó por completo al escuchar a la madera
de la escalera crujir en sintonía con unos pesados pasos.
Me acobardé, tire con fuerzas la sabanas y me tapé hasta la
cabeza, rogando que nadie pasara a mi habitación. Pero otra vez pensé que esta
no era forma de defender lo mío.
Decidí salir sigiloso de debajo de las sabanas, y sin hacer
ruido incorporé uno a uno los pies en el piso. Escuché un portazo y mi corazón
se aceleró tanto que no me dejaba escuchar el resto de los sonidos. Deduje que
era alguna puerta de las otras habitaciones y pensé :
-Me matarán, no hay otra opción, me matarán y luego se van a
reír de cómo me asusté, pero qué me importa si ya voy a estar muerto-.
En un segundo pensé todas las formas que iba a morir, y
ninguna de ellas se veía bien.
-Este no va a ser mi final- me dije. Con la valentía que
encontré en algún lugar de mi ser, agarré un patineta que tenía debajo de la
cama. Me acerqué a la puerta, la abrí y con las dos manos sosteniendo la
patineta de ambos lados grité:
-ESTA ES MI CASA
En el medio del pasillo, se dio vuelta mi padre con la cara
desorientada:
-Andá a dormir Juan, que mañana tenés que ir a la escuela.