Suplicio de un muerto de hambre
Ya en la ultima hora de la noche el dolor de estomago fue demasiado y cayo desplomado en la vereda. Profundo en el sueño vio mujeres y manjares, bestias azules y paisajes selváticos que eran a la vez cálidos y helados. La penumbra era total y solo podía ver unos cuantos pasos delante suyo de frondoso verde oscuro. Los animales e insectos nocturnos lo acechaban, hasta las hojas de los árboles tenían la mirada clavada en él, y el suelo no hacía más que delatarle. En un momento dado, entre los ramajes pareció resplandecer una tenue y cálida luz que en un principio fue consuelo y al descubrir que en el lugar luminoso lo esperaba un tigre horrible del tamaño de un elefante, todo consuelo se hizo temor y toda la luz se hizo sangre. Al saltar la fiera sobre él despertó repentinamente y al contemplar el mundo y la vida que aún le quedaba lloró desconsoladamente con una pena terrible de seguir vivo.
Reposa la mariposa en una manzana mientras transcurre el ultimo día de su vida, el primero. Reposa en ella y ahora manzana y mariposa son extrañamente un mismo dios por ese instante en que las miras. Aterradas ambas por la extinción de todo porvenir ella vuela con gran esfuerzo armoniosa y la manzana rueda hacia el sustrato. El corazón de la manzana en busca del corazón de la tierra es invadido por gusanos y bacterias que se ofrecen a cumplir su idilio y llevarlo ante ella, la mariposa rebate sus alas en busca del sol tan solo con su anhelo y la nostalgia de estar viviendo un ultimo día, tan grandes alas para un cuerpo tan pequeño rebaten en la marcha a punto de cesar.
Mis dos manos dos grandes alas para un cuerpo tan pequeño que han de levantar el vuelo de los anhelos de un alma entera.
Casi casi un soneto
Asesine despiadadamente un niño
que en mi moraba. Destrocé sus harapos,
sus juguetes, su fantasía, su candor.
Lo deje gris
al niño que vivía
dentro mi pecho henchido, lo pesqué del
Cogote al impotente, y ante su voz
Desconsolada apreté hondamente en su
Cuello el filo largo de la espada
Desperté vacío en mí, poco quedaba
Y ahora menos queda, pues un niño que
En mi moraba, en mí no vive más
Fue innombrable, ya no puedo recordar
Ni la cara del muerto ni por qué lo
Maté. Solo un niño que ya no lo es más